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Brooklyn Heights view. |
Era 30 de julio, me encontraba en Bryant Park a merced del calor sofocante de la isla de Manhattan.
Sentada en una de esas mesitas verdes que hay por los parques públicos de la ciudad, reflexionaba.
Esa misma mañana había estado visitando Brooklyn con mi compañera de piso y al llegar a la escuela comenté algo sobre Truman Capote y ese lugar de la ciudad.
La mayoría de compañeros no eran españoles, pero para los que lo eran, sonó igual de ininteligible.
Ninguno sabía que en Brooklyn Heights había sido escrita "A sangre fría" y apenas podían intuir que "Breakfast at Tiffany's" fue un libro antes que una película.
Tampoco sabían de Norman Mailer o Arthur Miller.
Y ahora mientras yo pensaba en ello, en que estaba en la ciudad de Woody Allen, de Auster o de Sonic Youth, ellos lo obviaban y charlaban animadamente de lo que más les impresionaba de la ciudad.
Las ostentosas marcas, el lujo, Gossip Girl, kiss&fly, las limusinas...
Me sentí mayor, de pronto y sin necesidad,
fuera de mi generación,
de sus preocupaciones y de sus gustos.
Pensé, una vez más, que este no era mi momento ni mi lugar,
pero me reconforté en parte,
a sabiendas de que lo que estaba viviendo era el ayer de muchos otros pasados.
Pero sólo en parte.