Es curioso que una de las imágenes más vívidas que tengo de las últimas vacaciones de Pascua sea de cuando fui a darte un beso y me giraste la cara. Es extraño, ¿no?.
Tú estabas dormido, yo te miraba. Me acerqué un poco para darte un beso mañanero y justo en el instante anterior a que mis labios rozaran tu mejilla, giraste la cara hacia la izquierda. Me quedé estupefacta; ¡tú rehuyendo mis besos, habráse visto!.
Pero a cambio se me quedó muy fija en la memoria (ésa gran desconocida) tu imagen. Tan adorable, con la camiseta a rayas, bocarriba y con los ojos cerrados algo forzados por el sol, la boca entreabierta...