Me hallaba anoche yo con la oreja ardiendo a causa del aparato telefónico, como todas las noches, escuchando Queen en un pico de la sobredosis que me estoy metiendo estas vacaciones de Freddie, y de pronto escucho: vístete y baja.
¿Que me vista y baje? Me río. Deben hacer alrededor de 5 grados centígrados (o más o menos: nunca he sabido acertar en esas cosas), tachad eso: hace mucho frío, me acabo de poner el pijama y estoy metida en la cama. ¿Que me vista y baje dices?.
Supongo que depende quién nos las diga las locuras parecen a veces más locuaces.
Botas con el pijama, un abrigo bien largo y la bufanda de 3x2 m; puede que esté loca pero no tanto como para ponerme a vestirme a las 2 a.m de un martes.
Cuando consigo escurrirme por el pasillo sin que adviertan mi presencia los ronquidos de mi padre y la vigilia del resto de la familia abro la puerta y recuerdo que no llevo llaves. No importa, he decidido bajar y no volveré hasta que sea demasiado tarde como para despertarles.
El ascensor no funciona, bien, estupendo, ejercicio matutino, de ese que no estás haciendo en todas las putas navidades de reclusión. Quinto, cuarto, bien ya voy por el tercero... se apaga la luz...aún me caeré de bocas antes de llegar al portal. Sana y salva, a oscuras, ahí estoy.
Supongo que el escueto "baja" se refería a que saliera afuera. Piel de gallina, temblores... Mi cuerpo intenta conseguir calor desesperadamente y yo no sé adónde mirar, encima se me cierra la puerta del patio; genial, ahora sí que no hay vuelta atrás.
La quietud de la calle contrasta con el ajetreo que se llevan mis vísceras. Creo que si pasaran un par de minutos más la bilis no podría contenerse en el dique de mi garganta. Acabamos de hablar de mil cosas, las horas se me hacen cortas mientras escucho las mil formas de sorprenderme que tiene "aunque la gente haga cosas malas no puedes tachar todas sus ideas/actos de malas" una frase aparentemente inocente que nos llevó a hablar de Hitler, de física, de runas, de métodos de regulación de población, del Estado, de amor.
Justo cuando me senté en la repisa del portal apareció un coche viejo; supuse que era para mí, no por nada; no había ni un alma en la calle y me sentía con suerte, irreal, pero suerte. Me acerqué y efectivamente paró.
Al subir noté un olor inconfundible, aunque había sido efímero siempre en mi nariz, y cuando cerré la puerta escuché aquella cinta de country de la que solía hablar, no pude evitar reirme, siempre me reía en su compañía, menos mal que me comprendía mejor que nadie y no me tomaba por imbécil como solía hacer la gente.
Le sonreí y pude notar el fervor adolescente en nuestra mirada, el contacto con sus labios era el contacto más curioso que había sentido nunca en mi piel y el sabor de su aliento siempre me hacía sentir en casa. Tenía las manos muy frías pero al contacto son su cara se calentaron un poco.
Arrancó mientras me decía algo sobre mi atuendo, le encantaba supongo. ¿Por qué no aceleras y así estamos juntos más tiempo antes de que sea de día?. Por supuesto, princesa.
30 diciembre, 2008
24 diciembre, 2008
Cuando eres pequeño las vacaciones de Navidad molan, molan mucho.
Tienes un montón de días por delante sin nada que hacer, miles de cajas con sorpresa por abrir, de papel de colores que desparramar...lo de menos es lo de dentro (que por lo general no suele ser lo que tú querías), sonríes, comes como un animal, juegas con tus primos...Disfrutas, en fin.
Pasas la noche en vela esperando a que el gordo americano o los tres de Oriente depositen con cuidado tus paquetes bajo el árbol, en la chimenea, donde sea. Les preparas leche, galletas, nueces, incluso algún padre ávido de emociones sugiere que le pongan algo de champán o whiskazo para que se repongan estos seres mágicos.
Es bonito ver cómo nos pueden llegar a engañar con unas cuantas absurdar triquiñuelas, supongo.
Estas son las Navidades que menos ganas tengo de celebrar. No por nada en especial -gracias a (introducir nombre de ser falso)-, sino porque esa magia se perdió hace siglos y parece que nada queda del espíritu navideño...
Parece que aquellos con quien más ansiamos estar, el verdadero regalo que necesitamos, está lejos, muy lejos.
Te sientes bien por saber que hay un regalo esperando para ti, pero te desesperas al saber que el tuyo llegará tarde y cuando puedas sonreír agusto ya habrán pasado estos momentos mágicos (del corte inglés).
En realidad es absurdo lo que digo, lo sé, (sé que son unas fechas absurdas prefijadas al azar y ya) pero por mucho que intento dilucidar algo en mi mente y escribir algo lógico no me sale. Lo siento.
Definitivamente sólo me da por escribir aquí en los días grises. Hoy, pese a las luces en las calles, pese a las guirnaldas es un día muy gris.
Tienes un montón de días por delante sin nada que hacer, miles de cajas con sorpresa por abrir, de papel de colores que desparramar...lo de menos es lo de dentro (que por lo general no suele ser lo que tú querías), sonríes, comes como un animal, juegas con tus primos...Disfrutas, en fin.
Pasas la noche en vela esperando a que el gordo americano o los tres de Oriente depositen con cuidado tus paquetes bajo el árbol, en la chimenea, donde sea. Les preparas leche, galletas, nueces, incluso algún padre ávido de emociones sugiere que le pongan algo de champán o whiskazo para que se repongan estos seres mágicos.
Es bonito ver cómo nos pueden llegar a engañar con unas cuantas absurdar triquiñuelas, supongo.
Estas son las Navidades que menos ganas tengo de celebrar. No por nada en especial -gracias a (introducir nombre de ser falso)-, sino porque esa magia se perdió hace siglos y parece que nada queda del espíritu navideño...
Parece que aquellos con quien más ansiamos estar, el verdadero regalo que necesitamos, está lejos, muy lejos.
Te sientes bien por saber que hay un regalo esperando para ti, pero te desesperas al saber que el tuyo llegará tarde y cuando puedas sonreír agusto ya habrán pasado estos momentos mágicos (del corte inglés).
En realidad es absurdo lo que digo, lo sé, (sé que son unas fechas absurdas prefijadas al azar y ya) pero por mucho que intento dilucidar algo en mi mente y escribir algo lógico no me sale. Lo siento.
Definitivamente sólo me da por escribir aquí en los días grises. Hoy, pese a las luces en las calles, pese a las guirnaldas es un día muy gris.
22 diciembre, 2008
Navidad.
La vida no me sonríe me cago en la humanidad. Hace un frío de cojones, va a llegar la Navidad y si nos queda algún diente comeremos turrón. Me estoy haciendo de vientre dentro del corazón y no me importa que los reyes ya no vengan para mí, con que vengan los camellos soy, bastardos, más feliz.
No... che de paz, no... che de amor. Todos contra todos, me cagüendios y del cielo una estrella vendrá: es un cohete espacial. No... che de paz, no... che de amor. ¡Una tregua! me cagüendios y del cielo una mierda caerá: es un cohete nuclear.
Roberto Iniesta.
No... che de paz, no... che de amor. Todos contra todos, me cagüendios y del cielo una estrella vendrá: es un cohete espacial. No... che de paz, no... che de amor. ¡Una tregua! me cagüendios y del cielo una mierda caerá: es un cohete nuclear.
Roberto Iniesta.
07 diciembre, 2008
Y ahí estaba yo.
Y ahí estaba, con los pantalones bajados, sin saber que hacer; una noche de autosatisfacción.
En la radio sonaba cualquier grupo patético, nada más propicio.
Me encontraba en el garaje donde a veces vivía, masturbándome a lo grande, sin sospechar que una magnum 357 iba a estar apuntándome a la cabeza en unos minutos.
No os confundáis: no me masturbaba porque me faltara sexo. Ahora bien, es cierto que no solía hacerlo de manera lúdica. Acabé. Joder, y que ningún hombre haya podido hacerme esto.
Salí a encenderme un pitillo a la calle. No pude evitar sonreír al recordar lo que había escuchado en los informativos.
"Se busca al capo de la mafia de la prostitución en Barcelona, la policía dice estar tras sus pasos, si ven a este sujeto informen de ello a las autoridades. Es muy peligroso" La noticia iba acompañada de una foto nada favorecedora. Qué fama de duro le estaban poniendo a Jay a golpe de sensacionalismo.
Sí, le conocía bien. Y no sólo profesionalmente. Qué queréis, por muy puta que sea, no he perdido las ganas, algunos dicen que es defecto profesional. Y él conseguía ponerme cachonda sólo con ver la cicatriz que le atravesaba toda la cara como un rayo. Aunque últimamente estaba un poco cansada.
Él me decía que no me podía quejar, y aunque triste, era cierto: no se había atrevido aún a meterme la bala entre ceja y ceja que solía prometerme cuando se corría...
Los ácidos, la coca, el dinero, el alcohol... Ya se sabe que no es bueno mezclar, al pobre le daba por amenazar a sus pobres putas cuando iba puesto, es decir; siempre.
Estaba un poco harta de que cada último jueves de mes, mi día de descanso (ya se sabe que el fin de mes es traicionero hasta para los puteros), viniera a visitarme y acabara con un bonito ojo, pómulo o costilla amoratado, se ponía un poquito agresivo cuando sus fluidos se desparramaban en mí. Al principio supuse que era el precio a pagar porque me follara alguien no grasiento o de más de 50. Pero estaba un poco cansada.
Lo cierto es que cuando lo ví cruzar la calle esa noche con el arma en la mano ni me preocupé. Estaba bastante convencida. Escupí los restos del cigarro, extendí los brazos y le dije: vamos, mátame de una jodida vez, mientras reía. Apenas se giró alguien al oirme gritar.
No es que me diera igual arriesgarme a morir, pero estaba bastante segura de que no se atrevería.
Cuando se acercó, colocó el frío metal en mi sien mientras me llevaba adentro. Uno de sus jueguecitos, ya sabéis. Si no lo sabéis os lo digo por experiencia: la gente tiene unas filias muy pero que muy raras.
Entramos dentro. Los preliminares nunca habían sido lo suyo. Se bajó el pantalón, me arrancó la camiseta. Estaba empalmado. Era bastante sorprendente en su estado, pensé que era una jodida máquina de follar, evitando pensar que sería efecto de alguna de las drogas que toma. Siempre he sido bastante romántica.
Y follamos, vaya si follamos. Esta vez no me deje avasallar y procuré disfrutar yo también. Era nuestra última vez.
Cuando a la mañana siguiente apareció la noticia en los periódicos, "El capo de la mafia de la prostitución, Jay 'El dientes' es hallado muerto en un bajo del Raval", lo atribuyeron como era de esperar a un ajuste de cuentas, y yo como recordatorio me quedé con una nariz rota.
En la radio sonaba cualquier grupo patético, nada más propicio.
Me encontraba en el garaje donde a veces vivía, masturbándome a lo grande, sin sospechar que una magnum 357 iba a estar apuntándome a la cabeza en unos minutos.
No os confundáis: no me masturbaba porque me faltara sexo. Ahora bien, es cierto que no solía hacerlo de manera lúdica. Acabé. Joder, y que ningún hombre haya podido hacerme esto.
Salí a encenderme un pitillo a la calle. No pude evitar sonreír al recordar lo que había escuchado en los informativos.
"Se busca al capo de la mafia de la prostitución en Barcelona, la policía dice estar tras sus pasos, si ven a este sujeto informen de ello a las autoridades. Es muy peligroso" La noticia iba acompañada de una foto nada favorecedora. Qué fama de duro le estaban poniendo a Jay a golpe de sensacionalismo.
Sí, le conocía bien. Y no sólo profesionalmente. Qué queréis, por muy puta que sea, no he perdido las ganas, algunos dicen que es defecto profesional. Y él conseguía ponerme cachonda sólo con ver la cicatriz que le atravesaba toda la cara como un rayo. Aunque últimamente estaba un poco cansada.
Él me decía que no me podía quejar, y aunque triste, era cierto: no se había atrevido aún a meterme la bala entre ceja y ceja que solía prometerme cuando se corría...
Los ácidos, la coca, el dinero, el alcohol... Ya se sabe que no es bueno mezclar, al pobre le daba por amenazar a sus pobres putas cuando iba puesto, es decir; siempre.
Estaba un poco harta de que cada último jueves de mes, mi día de descanso (ya se sabe que el fin de mes es traicionero hasta para los puteros), viniera a visitarme y acabara con un bonito ojo, pómulo o costilla amoratado, se ponía un poquito agresivo cuando sus fluidos se desparramaban en mí. Al principio supuse que era el precio a pagar porque me follara alguien no grasiento o de más de 50. Pero estaba un poco cansada.
Lo cierto es que cuando lo ví cruzar la calle esa noche con el arma en la mano ni me preocupé. Estaba bastante convencida. Escupí los restos del cigarro, extendí los brazos y le dije: vamos, mátame de una jodida vez, mientras reía. Apenas se giró alguien al oirme gritar.
No es que me diera igual arriesgarme a morir, pero estaba bastante segura de que no se atrevería.
Cuando se acercó, colocó el frío metal en mi sien mientras me llevaba adentro. Uno de sus jueguecitos, ya sabéis. Si no lo sabéis os lo digo por experiencia: la gente tiene unas filias muy pero que muy raras.
Entramos dentro. Los preliminares nunca habían sido lo suyo. Se bajó el pantalón, me arrancó la camiseta. Estaba empalmado. Era bastante sorprendente en su estado, pensé que era una jodida máquina de follar, evitando pensar que sería efecto de alguna de las drogas que toma. Siempre he sido bastante romántica.
Y follamos, vaya si follamos. Esta vez no me deje avasallar y procuré disfrutar yo también. Era nuestra última vez.
Cuando a la mañana siguiente apareció la noticia en los periódicos, "El capo de la mafia de la prostitución, Jay 'El dientes' es hallado muerto en un bajo del Raval", lo atribuyeron como era de esperar a un ajuste de cuentas, y yo como recordatorio me quedé con una nariz rota.
03 diciembre, 2008
- Vamos, vamos, aquí no nos ve.
- Pensaba que me iba a estallar, joder.
- Yo también lo pensaba. Y apuesto a que la cuidadora también.
- Si no me la hubieras chupado por debajo de la mesa habría sido menos obvio.
- Como si no te hubiera encantado. Agáchate anda.
- Sabes de sobra que no me gusta hacerlo en mitad de la sala con toda esta gente.
- Venga vamos a decir otras cosas que ya sabemos: la tienes pequeña, soy demasiado buena para ti, estamos locos... Sigue tú.
- Zorra, bájate las bragas de una vez.
- Quítamelas tú, pusilánime.
- Me gustaría decirte que no, que ahí te quedas tú y tu calentón, jodida arpía.
- Peeero... Venga, sigamos con cosas obvias.
- Pero no puedo, me va a estallar. Cada vez que te veo me muero por ti y lo sabes.
- Bien, pues agáchate y cómeme el coño, que para algo estamos aquí.
- Pensaba que me iba a estallar, joder.
- Yo también lo pensaba. Y apuesto a que la cuidadora también.
- Si no me la hubieras chupado por debajo de la mesa habría sido menos obvio.
- Como si no te hubiera encantado. Agáchate anda.
- Sabes de sobra que no me gusta hacerlo en mitad de la sala con toda esta gente.
- Venga vamos a decir otras cosas que ya sabemos: la tienes pequeña, soy demasiado buena para ti, estamos locos... Sigue tú.
- Zorra, bájate las bragas de una vez.
- Quítamelas tú, pusilánime.
- Me gustaría decirte que no, que ahí te quedas tú y tu calentón, jodida arpía.
- Peeero... Venga, sigamos con cosas obvias.
- Pero no puedo, me va a estallar. Cada vez que te veo me muero por ti y lo sabes.
- Bien, pues agáchate y cómeme el coño, que para algo estamos aquí.
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